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Nunca
se apaga el fuego de la guerra
Y en ese mismo momento del fuego de la hoguera se
materializaron dos formas, un hombre alto, vestido con ropas negras, sus ojos y
su pelo eran de un carmesí apagado, parecía costarle mantenerse en pie; y una
mujer castaña, con los mismos ojos y ropajes junto con la misma dificultad para
estar erguida. Antes de que ninguno reaccionase ella agarró a Chêt por la
cabeza con ambas manos. Sus gritos fueron un visto y no visto, él comenzó a
gritar y al instante, ¡Puff¡ Ya no estaba, en su lugar se encontraba un cuerpo
calcinado hasta lo más profundo.
La combustión apenas había durado unos instantes.
Ahora un cadáver calcinado se postraba en el suelo mientras ella parecía otra,
su pelo tenía más color, sus ojos eran de una naranja vivo y ahora el mundo parecía
menos erguido que ella.
-¡No!-gritó Thalassa alargando su brazo para
intentar de alguna manera protegerlos, pudo ver los ojos de la pareja mirarla
atónitos antes de que una gigantesca masa de agua pasase sobre ella y chocara
de lleno contra ellos, arrastrándolos lejos
Thalassa no se molestó pensar en profecías,
leyendas o el hecho de que hubiese obtenido los poderes que utópicamente
deseaba tener, tan solo corrió hacia donde estaba Chêt. Estuvo, pues ya solo
quedaban unas cenizas aguadas, el agua había deshecho el cascarón seco que
quedaba. Se arrodilló, hundiendo las manos en el negro agua, intentando
recuperarlo, intentando deshacer lo ocurrido. Lágrimas brotaron de sus ojos
blancos. Y al levantar la vista en uno de los impulsos del llanto volvió a
verlos. El hombre estaba en el suelo apoyado en un árbol, ella le sostenía la
mano.
-Me consumo Mry-comenzó él- y no me queda tiempo ni
fuerzas para evitarlo
-Consúmeme a mí, no quiero vivir sin ti, yo estoy llena
ahora- dijo ella, agarrándolo con desesperación como si la muerte y ella
estuviesen tirando del mismo hombre para quedarse con él
-No voy a hacerlo, tu tampoco lo harías en mi
lugar- sentenció el otro, mientras, con las pocas fuerzas que le quedaban y una
sonrisa, acarició la cara de ella, justo antes de prender en llamas y que su
manos se deshiciese pasto del fuego. Ella abrazó las cenizas volatilizando
jirones de su chamuscada pareja. Thalassa lo vio arder y miró atrás, hacia su familia.
-Alejaos, yo la detendré-les gritó a todos, Nina
con rostro adusto asintió cogió por las muñecas a los dos chicos y tiró de
ellos, alejándose entre los árboles que bordeaban el lago.
Al girar la cabeza se encontró con los ojos de
ella, llenos de ira. Lo que le hizo encolerizar.”¿Quién
era ella para enfadarse? ¿Cómo se atrevía a creerse con el derecho de enfadarse si quiera?
Ella había matado a Chêt. ¿¡Como osaba?! La
cólera corrió por sus venas haciéndola desear ver Mry clavada en mil estacas. Y
así el agua del suelo se heló y lanzó contra la mujer en forma de finas lanzas
de hielo. Thalassa comenzó a comprender que tan solo debía ordenar al agua lo
que quisiese para que esta siguiese su voluntad. Ella pegó sus palmas al suelo
e hizo brotar paredes de llamas, una tras otra, como si fuesen murallas,
ralentizando y derritiendo el fino hielo. La mujer de fuego se elevó en el aire
y lanzó una enorme bola de fuego, que escondida tras las paredes ígnea, había
estado preparando. Thalassa saltó hacia atrás con una capacidad insólita,
dejándose sostenida en el aire por una película de agua. Sin embargo la
explosión le hizo salir volando y caer al lago, atontada.
Dentro del agua otra vez, primero temió ahogarse,
luego recordó que ya no respiraba. Al instante se tranquilizo y se sintió pura,
completa, ella y el lago eran una.
Y con
esa convicción salió impulsada como un torbellino hacia la difusa figura de una
mujer que volaba a varios metros del lago. Gritando y completamente rodeada por
agua, Thalassa salió despedida del lago. El grito llamó la atención de Mry, que
no pudo si no verse embestida por lo que parecía una estampida de agua. El
golpe la lanzó volando y con sus nuevos poderes descubiertos, al verse capaz de
flotar y volar sobre agua, la chica de agua la siguió. Mirando abajo se dio
cuenta de que parte de su cuerpo era ahora vapor de agua. Eso explicaría muchas
cosas. También pudo observar que la explosión había prendido algunos árboles,
su mochila ardía en llamas, unas hojas encuadernadas en piel estaban ardiendo
junto a sus ropas, lanzó un chaparrón que apagó el pequeño incendio.
Al quedarse pendiente del fuego su enemiga, que se
había recuperado y al ver, que junto a un lago estaba en desventaja, aprovechó
el impulso del golpe para seguir volando y alejarse mientras lanzaba pequeñas
bolas de fuego que eran fácilmente apagadas por la masa de agua que seguía a
Thalassa.
Atravesaron el bosque por lo que parecía el oeste,
y acabaron adentrándose en unos llanos más secos que los que habían cruzado
hace poco. Allí, el suelo estaba agrietado con rasgaduras tan largas y tan
profundas que podrían haberse tragado un poblado; altas columnas de roca se
levantaban como rascacielos desordenadas a lo largo y ancho del territorio. El
sol se mostraba impasible entre las nubes, y Mry se dio la vuelta lanzándose
con el puño en sendas llamas hacia la muchacha, que mandó a un tentáculo de
agua elevarse sobre ella y la golpearla desde arriba. La mujer se vio lanzada
boca abajo hacia el agrietado suelo, y a pocos metros consiguió parar la caída
impulsándose hacia arriba con las llamaradas que salían de sus manos. Thalassa
volvió a congelar el agua y lanzar estacas esta vez mucho más gruesas, que su
rival no tuvo más remedio que esquivar mientras saltaba sobre grieta y grieta.
Mry se recuperó del ataque y comenzó el suyo. Una
oleada de lo que parecían miles de bolas de fuego comenzaron a salir de sus
manos. Thalassa las vio venir como una red que se cierne sobre un pez. Se
recubrió como pudo dentro de una cápsula de agua e intento esquivar el máximo
posible de esferas ardientes. Cuando la ola ígnea pasó, tras el vapor de agua
causado, la vio a ella con las manos de nuevo en el suelo. La tierra empezó a
rugir, y sabía el por qué, transformó el agua en dos tentáculo con afiladas y
grandes puntas de hielo y se lanzó en picado con el poco agua que le quedaba a
sus espaldas para frenarla, ya veía el magma subir por las gritas cuando estaba
a escaso metros de que uno de los brazos de agua la alcanzasen. En ese mismo
momento una gruesa y larga losa de piedra perfectamente pulida llegó volando
desde su izquierda y las golpeó. Lanzándolas al suelo y frenando el ataque de
ambas. El magma bajó, el agua se disipó.
El golpe dejo a ambas conmocionadas. Mientras se
levantaban, un hombre lleno de arrugas se acercaba a ellas. Sus ropas eran como
los ropajes de viaje del grupo de Thalassa, pero en vez de un turbante llevaba
una corta cabellera gris.
-No sé quiénes sois, pero no destruiréis esta
tierra-dijo el anciano con voz firma, ahora que estaba más cerca y que el dolor
de cabeza se había disipado pudieron verlo bien. No eran arrugas lo que
surcaban sus caras, si no grietas, tan profunda como las de la tierra que
quería proteger. Entonces Thalassa se dio cuenta. “Ya no hay paz para aquellos que necesitan quemar
para sobrevivir, ahogar para respirar, agrietar para no sucumbir” rezaban los antiguos textos. Malditas leyendas que nunca
dejan nada claro. Ya lo había sospechado, pero estaba muerta, es el precio que
había pagado a cambio del don del Reino del Agua, aquella pareja del Reino del
Fuego necesitaba consumir a otros para que el fuego que en ellos habitaba no
les consumiese, y el anciano del Reino de la Tierra simple e inalterable seguía
su paso por la vida, envejeciendo a su ritmo, dejando se marcar por los años
hasta que un día muriese.
Al
momento supo que el agua que notaba se había filtrado a través de la tierra,
escurrido por las grietas. Estaba indefensa. En aquel lugar seco solo le
quedaba una opción, ni siquiera sabía si funcionaría, pero era mejor que nada.
Se concentró y una leve lluvia empezó a caer.
Sin
previo aviso el hombre hizo salir del suelo trozos de piedra del tamaño de una
puerta y los lanzó contra las dos. Thalassa salto hacia la izquierda con el
primero, el segundo lo saltó, y el tercero le pilló en el aire sin poder
moverse.
La lluvia comenzó a hacerse
más pesada.
De su
ropa mojada y la lluvia que caía formó un tajo de agua presión que partió la
roca en dos, haciéndola pasar a silbando a sus lados. Mry había sido más rápida
y tras esquivar todos los trozos de roca le había dado tiempo lanzar un
latigazo de magma hacia el hombre. Este hizo brotar del suelo un muro que
recibió todo el impacto. El anciano apareció como parte del muro de piedra
tomando por sorpresa a la chica castaña, alargando los dos brazos el anciano
extrajo de la pared dos bolas de roca, una fue directa a la chica, la segunda
pasó por encima y fue a chocar contra su espalda desprevenida. Mry viendo venir
la estrategia se apartó en el último momento, mientras para alejar al hombre
lanzaba esferas de fuego hacia todos lados.
Los tres se separaron unos de otros
lanzando pequeños proyectiles de su elemento para cubrir la pequeña huida. Tierra
hacia la izquierda, fuego hacia la derecha y agua hacia arriba.
Todo se lleno de volátil pero densa pared de vapor
de agua y polvo, al disiparse lo primero que vio fue a Mry, flotando en el aire
con un brazo estirado y la palma abierta, de ella salía una contundente bola de
magma mayor que la misma mujer, esta estaba conectada a través de hilos de
fuego a seis esferas más pequeñas de fuego, que conectadas entre ellas por un
aro fogoso, a su vez también estaban conectadas por los mismos hilos a dos
bolas de menor tamaño también unidas entre ellas por un aureola ardiente. Todo
esto formaba una especie de tela de araña de fuego que parecía emitir un aura
imponente.
Luego se fijó en el otro lado, él
parecía meditar, cuando un titánico crujido hizo temblar todo. Una de las columnas se quebró y comenzó a
levitar. La cara de descomposición de ambas (sobre todo la de Thalassa)
mostraba de sobra la impresión causada.
Había dejado de llover.
“¡¡¡Maldito
viejo loco eres tu el que va a destruirlo todo!!!” Se escuchaba
vociferar a Mry. Mientras tanto, ella se concentró todo lo que pudo, busco el agua allá donde estuviese. La vista de aquel fenómeno era espectacular. Se podía ver a todas las nubes de kilómetros a la redonda acercarse a ella, el agua que empapaba el suelo fluía como ríos que desafiaban la gravedad, hacia el mismo punto. Ahora dentro de nubes, siendo acariciada por las efímeras gotas que contenían se volvió a sentir una con su elemento. Y lo entendió que ordenar al agua no tenía sentido, ella era el agua, hacerla transformarse y moverse a su voluntad era como mover un brazo, solo tenía que quererlo. Y quiso que toda esa masa acuática se uniese en una gigantesca punta, que estuviese tan fría como la muerte.
El fuego fue el primero en lanzarse, a este lo
siguió el avance de la tierra y el descenso del agua, y….
¡Qué demonios!
Yo ya me he devanado bastante los sesos,
continua tú la historia, elige a tu vencedor, toma tu camino, yo no soy quien
para acallar tus ideas.